![](http://www.clarinveracruzano.com/wp-content/uploads/2011/01/reyes-magos2.gif)
-¡Ahhhh! ¡Por fin! –exclama Melchor-. No veía el momento de bajar del camello. La joroba ya se me estaba clavando en…
-¡Miren! –interrumpe Gaspar-. Estamos en Buenos Aires. ¡Podemos disfrutar de la mejor pizza del mundo!
-¡Y con cerveza bien helada! –acota Baltazar-. Ya me estaba volviendo negro de tanto calor…
Los tres dejan sus camellos tomando agua en la fuente de una plaza; acomodan las bolsas de regalos; les conectan las alarmas; acuerdan la hora de regreso con el azorado “trapito” que no se atreve siquiera a responder, y luego se encaminan hacia una pizzería céntrica con aire acondicionado.
Suena el celular de Melchor y él lo responde brevemente.
-¿Quién jode ahora? –pregunta Baltazar.
-No. Era de la central de alarmas –explica Melchor-. Nos rastrearon en cuanto las conectamos y querían saber si estaba todo bien.
Por fin, los Reyes Magos se sientan a descansar. Solo de tanto en tanto, pasan personas con niños y les piden fotos.
¡Lo dicho! –exclama Gaspar, mientras persigue con el tenedor un hilo de muzzarella que se estira y se estiiiiira- ¡Es la mejor pizza del mundo!
-Sin dudas –aprueba Baltazar-, pero la cerveza también está buenísima.
Los dos observan a Melchor. Le preguntan si algo lo preocupa.
-¡Claro que estoy preocupado! ¡Y enojado! Fíjense en los pibes que pasan: ninguno nos reconoce. ¡Deben creer que somos una propaganda de lavarropas! Son los adultos los que los entusiasman para sacarse fotos. Y además, ningún niño nos entrega cartita.
-No. Sinceramente, no me había dado cuenta –responde Gaspar, mientras Baltazar asiente con la cabeza-. ¿A qué lo atribuyen?
-¡Y a qué lo vamos a atribuir! –exclama Melchor, mientras de un golpe derrama un poco de cerveza sobre la mesa- ¡A lo que ya los tres sabemos de memoria: año a año perdemos terreno y el gordo nos está pasando por encima con un avión!
-Y, si… -responde Baltazar frunciendo el ceño- Es indudable que Santa tiene mucho mejor asesoramiento de marketing y más publicidad impactante que la nuestra.
-También… con la guita que maneja… -agrega Melchor- El tipo viene del imperio; tiene ahorros e inversiones; transa con las principales cadenas de supermercados y las primeras marcas de todo el mundo y en todos los rubros, no solo juguetes: ropa, tecnología, artículos para el hogar, alhajas, inmuebles… ¡No hay un mísero aspecto que no cubra! La globalización ha universalizado los regalos de navidad. La gente les compra no solo a los niños, sino también a parientes, amigos, compañeros de estudio y de trabajo, vecinos… Además, los regalos se ponen en hermosas medias y bolsas, debajo de chimeneas y árboles luminosos y adornados… y no en los zapatos y zapatillas con una baranda a pata sucia que voltea, puestas en el suelo y rodeadas de ¡pasto! que nos bancamos nosotros. Encima, el gordo se traslada en ese súper trineo con comandos automáticos, mientras nosotros… ¡déle traquetear en camello hasta que nos quedan las bolas chatas!
-Con el agravante –lo interrumpe Gaspar- de que los niños piden regalos muy tecnologizados, cada vez más: “compus”, “Plays”, IPad’s, “skates”… ¡y todo ese chirimbolerío pesa, que no hay camello ni espalda que aguante!
-¡Las vestimentas ridículas que llevamos también pesan!– se lamenta Baltazar.
-¡Yo no visto ridículamente! ¡Llevo togas de seda, y de finísimo y puro algodón, bordadas con hilos de oro y de plata!- se exalta Melchor.
-¡Sí, claro! ¡Y también turbante! ¡Lo fashion de lo fashion en los desiertos de medio oriente más de dos milenios atrás! ¡Lástima que estamos al mediodía, en el verano 2011 y a dos cuadras del obelisco de Buenos Aires, rodeados de cemento y asfalto que hierven!
-Bueno, bueno… Haya paz –tercia Gaspar- ¡No seamos nuestros primeros detractores! ¡Mal podemos recuperar el terreno perdido respecto de los niños, si nos peleamos entre nosotros y desvalorizamos nuestra idiosincrasia!
-Tenés razón como de costumbre, Gaspar –concede Baltazar- Yo creo que discutimos de puro cansados que estamos.
-Como siempre digo: ¡negro y bruto! –lo interrumpe Melchor- Una cosa es el genuino cansancio de leer las pocas cartitas que nos llegan, porque nosotros no tenemos secretaria, como Santa. También, seleccionar los juguetes y discutir con los mayoristas y bolseros para que nos hagan descuento. Y finalmente, preparar nuestras mejores ropas, elegir los más veloces camellos… pero, por lo demás… ¡la tecnolgía simplifica mucho nuestra tarea! ¡Y cada vez la agiliza más!
-Yo seré negro y bruto en tu opinión –retruca Baltazar- pero tengo corazón. Pertenezco a una familia de negros de corazón puro, que no se enlquecen con la tecnología virtual. Todo será más simple, fácil y eficiente con ella mediante… pero yo no te cambio el e-mail, facebook ni tweeter por una buena charla entre amigos… cervecita de por medio. Será muy cómodo tener secretarias, pero yo prefiero la emoción de leer las cartitas y sentir las ilusiones de los niños. Reconozco la practicidad de E-bay, Mercado Libre y esos sitios para encargar los juguetes por la web, pero no me vas a comparar con la selección personal y en vivo, juguete por juguete. ¡Así son los curros que nos venden, si no! ¡Y así es el dolor de cervicales que tenemos, de tanto usar la computadora!
-¡Prefiero que me duelan las cervicales y no, que de tanto traquetear en camello, me duela el culo como si me lo hubiesen pasado por un colador!
-¡Bueno! ¡Basta, Melchor! ¿Otra vez discutiendo con Baltazar? –lo interrumpe Gaspar- ¡Ni apocalípticos ni integrados! ¡Claro que son maravillosas las vivencias y la calidez de la tarea artesanal! Pero también es invalorable cómo se agiliza nuestro trabajo por medio de la computación. Sabemos muy bien que no hay posiciones definitivas ni verdades absolutas…
-Jaaa! ¡Justo vos diciendo esto! –lo interrumpe Baltazar, muerto de risa- Vos… ¡judío del trío que se hizo célebre en el mundo hace más de dos milenios porque fuimos las primeras visitas ilustres del hijo único del único Dios verdadero!
-Baltazar -responde Gaspar-: al fin voy a terminar coincidiendo con Melchor acerca de que sos un poquito… digamos… ¿rústico? ¡Cómo vas a discutir desde posiciones de más de dos mil años atrás! ¡Con todo lo que ha cambiado el mundo desde entonces y lo que sigue cambiando!
-¡Por supuesto! –tercia Melchor- Y no seas tan amable diciéndole “rústico”: ¡es un negro bruto! Fijate si será verdad lo que decís, Gaspar, que ahora resulta que vos sos judío y yo, musulmán... ¡porque la aldea adonde nací está a veinte metros de la frontera de entonces! Pero en aquella remota época, éramos todos "de por acá", todos vecinos del mismo barrio… En este momento, si fuéramos estrictos, yo debería ser defensor de Alá, y discutir con vos por eso…
-¡No, no digas eso! ¡Si las altas esferas religiosas están asumiendo posiciones desde la cordura, en vez de alentar que nos matemos, como tiempo atrás! –se entusiasma Gaspar.
-¿Qué "cordura"? ¿Qué “tiempo atrás”? ¿Septiembre de 2001 en Nueva York? –retruca Baltazar- Les recuerdo que con ese “acto de cordura” inauguramos este milenio… Y a vos, querido musulmán, te recuerdo que tu nacionalidad viene cambiando más que la moda desde aquel 6 de enero, y según cómo quede posicionada tu aldea natal debido a las "travesuras" de judíos y árabes en la región. Vos que discriminás tanto por el color de piel, ¿te imaginás si un día amanecieras negro; otro, blanco; y un tercero, pardito…? ¡Me gustaría verte!
-¡Sonrían, por favor! –interrumpe un joven, cámara digital en mano- Quiero una foto de ustedes para dejársela en los zapatitos a mi nene mañana, junto con los regalos. ¡Muchas gracias! – Y sigue de largo, muy contento.
La interrupción y la sonrisa distienden los ánimos. Además… ¡ya es hora! ¡Deben partir! Los Reyes sincronizan sus respectivos GPS´s y llaman al mozo, que llega entusiasmado:
-Antes de irse –les dice-, por favor, quisiera que me firmaran un autógrafo y nos sacáramos fotos. Me llamo Manuel Jesús Miño, Manolo para los amigos, y soy hijo de gallegos. Me pusieron Jesús porque nací el 6 de enero, y desde entonces soy su fan más entusiasta.
-¡Muchas gracias, Manolo! –se emocionan los Reyes Magos, mientras acceden a sacarse fotos con el mozo y a firmarle autógrafos con sus lapiceras-computadoras de última generación.
-Y ahora -se preocupa Gaspar- veamos cómo podemos pagar la cuenta, porque solo tenemos encima nuevos shekeles. ¿Aquí nos podrán cambiar?
-¡No se preocupen! –sonríe Manuel- ¡Su consumición es una atención de la casa!
-¡Muchas gracias por tu amabilidad, gentil Manolo! –agradece Gaspar, mientras susurra para sí –: De haberlo sabido, pedía otra chica de muzza…
-¡Si serás moishe! –le recrimina Melchor.
-Y vos Melchorcito… je, je… ¿Cuándo no? –le retruca Baltazar en voz baja.
-¿Les gusta Buenos Aires? –se interesa Manuel.
-¡Nos encanta! ¡Nos sentimos como en casa! –se entusiasman los tres a la vez-
-¡Taaan europea, taaaan cosmopolita!- sigue Melchor- Con sus calles accidentadas como los caminos de nuestros terruños. Con ese clima social que te hace vivir cada día como si estuvieras por pisar una mina explosiva, igualito que allá. Con su verano ardiente como el mejor sol de nuestros desiertos. Con sugente tan amable, tan amplia y receptiva…
-¡Sí! –se exalta Gaspar- ¡Una ciudad adonde podés entrar y salir sin problemas, y nadie te discrimina por ser negro, judío o musulmán!
-Bueno... Aquí está todo bien… siempre que no seas paragua, bolita, villero... ni gordo –susurra Baltazar.
-¡Querido Manuel! – interrumpe Gaspar- Te dejo estos auténticos sahumerios orientales de incienso, que perfumarán con aromas exquisitos tu casa y tus encuentros a solas con tu esposa.
-Yo te dejo esta loción astringente, antiséptica y cicatrizante de mirra -dice Baltazar.
-¡Muchas gracias! –exclama Manolo emocionado- ¿Van a regresar?
-Antes de lo que crees –asegura Melchor desde la puerta- Solemos volver a Buenos Aires, por cuestiones financieras. Gran parte de los lingotes deoro que constituyen, históricamente, el capital que sustenta nuestra empresa, los tenemos bien a resguardo en una caja de seguridad del Banco de la Provincia, en la sucursal de Cabildo al 1900. Nos lo recomendó una antigua gran amiga de los tres, clienta de ese banco, que está encantada con el servicio: la señora Silvia Suller.
Marisa
No hay comentarios:
Publicar un comentario