martes, 1 de febrero de 2011

Mi lado izquierdo

  

A la memoria de Hugo del Campo

 La osteópata observa que mis dolencias tienden a ubicarse en mi lado izquierdo.
 Según ella, desde una perspectiva relacionada con la medicina china, el lado izquierdo –regido por el hemisferio derecho- está asociado con las emociones, los sentimientos y lo maternal.
 En lo personal, el mapa de las dolencias de mi lado izquierdo podría representar los recorridos más significativos de mi vida hasta hoy, incluyendo contradicciones y conflictos.
 Un padre socialista y un abuelo anarquista, español y republicano cultivaron mi lado izquierdo y lo sembraron de elevadas ideas y sentimientos altruistas y solidarios. También, de algunas confusiones: mi abuelo pretendió convencerme, a mis seis años, de que yo tenía que negarme a ir a misa y a la iglesia, porque dios no existe. Asimismo, que las transacciones comerciales tendrían que hacerse a través del trueque, porque tampoco debería existir el dinero, símbolo nefasto de todos los males del mundo. Inútil fue tratar de explicarle que mi mamá me daría un flor de coscorrón y me llevaría de una oreja a la iglesia, muy especialmente si yo me atrevía a sugerir aquel motivo para no ir. Y que me resultaba imposible entender cómo podríamos comprar comida y juguetes si no hubiera plata. Mi abuelo era muy testarudo y con él era imposible discrepar, así que sus ideas excedieron mi lado izquierdo: se instalaron en toda mi cabeza y durante tanto tiempo, que a veces me parece que todavía andan dando vueltas y causando confusiones por ahí.
 Ni hablar de otros desconciertos derivados de los consejos de mi padre acerca de la toma de posición en la vida: el lugar, el único lugar existencialmente auténtico para ubicarse era el lado izquierdo, o sea, el lado de los explotados, los trabajadores que luchan por mejores condiciones de vida, los humildes… Pero, cuando yo pretendí decirle que en ese lugar, en este país, estaban las masas peronistas, mi viejo, socialista a la europea y admirador de José Ingenieros... ¡por poco me deshereda!
 Respecto del lado izquierdo y la cuestión maternal, también se gestaron contradicciones: mi madre, católica muy creyente y con tres hijos en su haber, deseaba con tanto fervor tener una hija que, ni bien supo que estaba nuevamente embarazada, subió de rodillas las escaleras de una iglesia para pedirle a la virgen que le enviara a una nena.
 La virgen se portó muy bien con mi madre, porque no solo me envió a mí, sino que impidió que ella me abortara a causa del esfuerzo descomunal que hizo para subir arrodillada las escaleras. Pero yo intuyo que mi lado izquierdo quedó medio abollado desde entonces. “Lábil”, dirían los psicólogos. A lo mejor, porque mi vieja se reclinó más de ese lado que del otro al subir. Vaya uno a saber…
 Quizás yo misma, en mis esfuerzos por ascender en la vida –eso sí: siempre de pie- y por buscar apoyo ante los riesgos que eso implica, me he recostado demasiado sobre mi lado izquierdo, y así terminé de resentirlo, de abollarlo. Y ni hablar de los problemas que eso también me trajo en mis progresos sociales, profesionales y laborales...
 Lo cierto es que de ese lado, mucho más que del otro, he sufrido enfermedades, dolores, lesiones y todo tipo de malestares…
 Por otra parte, yo soy argentina, por nacimiento y por opción¿Cómo no voy a tener –entonces- más problemas con el lado izquierdo que con el derecho?
 El lado derecho “nacional” se muestra siempre tan sólido, monolítico e igual a sí mismo que haría las delicias de Parménides en esta época de verdades relativas y definiciones provisorias.
 El izquierdo, en cambio y por contraste, es tan cambiante multifacético e inasible que a veces resulta imposible establecer su identidad.
 Abarca un amplísimo campo que va desde lo formal e institucionalmente izquierdista (comunismo, socialismo, anarquismo) hasta ese variado espectro llamado “progresismo”. Pasa por diversas expresiones y matices como los movimientos sociales de la iglesia y otras religiones, el humanismo, el ecologismo, la “tercera posición”... Y, ya que estamos, es atravesado -o no puede dejar de ser emparentado- con el peronismo, ese “hecho maldito del país burgués”, tan plagado de contradicciones como de sorpresas a lo largo de su historia marcadamente oscilatoria dederecha a izquierda, como un yate en medio de la sudestada.
 Además, los adherentes al lado izquierdo nacional también oscilan y cambian en número y calidad de manera muy versátil, según cuánto les apriete el cinturón, les toque el bolsillo y amenace sus ideales consumistas el gobierno de turno.
 Decididamente, mi lado izquierdo me ha causado muchos problemas. Pero –debo reconocer- también satisfacciones incomparables y momentos preciosos como estos:
 Allá por el ’73, conocer y escuchar a Arturo Jauretche, y verlo brindar por su alegría de haber vivido la gesta de 1945 y de estar viviendo la que comenzaba en ese momento.
 Y a comienzos del milenio, el reencuentro que tuve con un riguroso intelectual argentino exiliado en París, querido y respetado amigo, dueño de un humor exquisito. Me comentó las dificultades para lograr que sus alumnos universitarios parisinos entendieran el peronismo, desde sus categorías intelectuales de matriz tan racionalista. E ironizó, muy divertido, que había pensado seriamente intentarlo a partir de un análisis de los sucesivos cambios de peinado experimentados por Carlos Menem, desde que era gobernador hasta supresidencia.
¡Qué lástima que a ningún sesudo analista de la realidad nacional -en las antípodas de mi querido amigo- se le haya ocurrido, hasta ahora, indagar sobre los cambios en el peinado de Cristina como claves para develar este presente que les resulta tan incomprensible, en lugar de solo criticarla por ellos!  
 Indudablemente, abundan los recuerdos y experiencias enriquecedoras atravesadas por toda clase de reflexiones pero también de dolencias en mi lado izquierdo... Por eso mismo...
¡Mejor no imaginar qué sucedería si me pusiera a meditar sobre mi lado derecho!

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